EL VAMPIRO LITERARIO

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jueves, 24 de febrero de 2011

OTRO MAGNÍFICO POETA DE LOS CONTEMPORÁNEOS

Jorge Cuesta



Escritor mexicano

Nació en Córdoba (Veracruz) en 1904. Cursó estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, donde conoció a Gilberto Owen. Publicó sus primeros escritos en Ulises (1927-1928), de Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. En el año 1928 editó una Antología de la poesía mexicana moderna. Estudió Ciencias Químicas en la Universidad de México, profesión en la que trabajó toda su vida. Sus Sonetos, su Canto mineral y sus ensayos, fueron recogidos en volumen muchos años después de su suicidio.

DIBUJO



Suaviza el sol que toca su blancura,

disminuye la sombra y la confina

y no tuerce ni quiebra su figura

el ademán tranquilo que la inclina.



Resbala por la piel llena y madura

sin arrugarla, la sonrisa fina

y modela su voz blanda y segura

el suave gesto con que se combina.



Sólo al color y la exterior fragancia

su carácter acuerda su constancia

y su lenguaje semejanza pide;



como a su cuerpo no dibuja y cuida

sino la música feliz que mide

el dulce movimiento de su vida.





ELEGÍA



Después que mis ojos comprobaron que ya no la veía,

después que mis oídos penetraban en vano el silencio

que sus ruidos abandonaron,

sus paseos, sus palabras,

y que la muerte me dió una impresión certera y durable de su vacío,

la lluvia invadió súbitamente con su presencia nueva

mis sentidos desolados

y mi se apoyó mi vida en sentirla.

Y cuando alguien vino a hablarme de la civilización europea,

en vez de la lluvia, vi los trenes de Europa y sus paisajes a los lados,

los castillo que no hay en América

y recordé el castillo de Windsor

y cuando me estiré para verlo hasta que se perdía.

Pero se trataba de la fatiga de la vida,

de la pérdida de su frescura religiosa,

de la revolución social y de los hombres que no tienen ninguna fe

y se asoman a los ruidos confusos para discernir una voz,

y ven las nubes informes para sorprender una figura.

¿Y yo qué fe tenía?. Yo hablaba de la fe y eso me hacía vivir

durante ese momento

como tenerla hacía vivir más largamente,

y en los huecos de mi pensamiento y de mis palabras

renacía la lluvia y la puerta que enmarcaba sus hilos

y el tejado enfrente de donde escurrían los chorros más gruesos.

Pero hay todavía huecos

que no se abren ya sobre otra cosa distinta,

que no ven a otra lluvia, ni a más imágenes ni a más recuerdos:

hay huecos que se abren sólo a un vacío silencio

de donde ella partió y donde no crece nada...





NO AQUEL QUE GOZA, FRÁGIL Y LIGERO



No aquel que goza, frágil y ligero,

ni el que contengo es acto que perdura,

y es en vano el amor rosa futura

que fascina a cultivo pasajero.



La vida cambia lo que fue primero

y lo que más tarde es no lo asegura,

y la memoria, que el rigor madura,

no defiende su fruto duradero.



Más consiente el sabor áspero y grueso,

el color que a la luz se desvanece,

la materia que al tacto se destroza.



Y en vano guarda su variable peso

el árbol y su forma se endurece,

y el mismo instante se revive y goza.







HORA QUE FUE, FELIZ Y AUN INCOMPLETA



Hora que fue, feliz y aun incompleta,

nada tiene de mí más todavía,

sino los ojos que la ven vacía,

despojada de mí, de ella sujeta.



La vida no se ve ni se interpreta;

ciega asiste a tener lo que veía.

No es, ya pasada, suyo lo que cría

y ya no goza más lo que sujeta.



Es el eterno gozo quien apura

el ocio vivo y la pasión futura.

Sobreviviendo a su interior abismo,



el amor se obscurece y se suprime,

y mira que la muerte se aproxime

a la vana insistencia de mí mismo.







NO PARA EL TIEMPO, SINO PASA; MUERE



No para el tiempo, sino pasa; muere

la imagen de sí, que a lo que pasa aspira

a conservar igual a su mentira.

No para el tiempo; a su placer se adhiere.



Ni lleva al alma, que de sí difiere,

sino al sitio diverso en que se mira.

El lugar de que el alma se retira

es el que el hueco de la muerte adquiere.



Tan pronto como el alma el cambio habita,

no la abandona el cambio en lo que deja

ni de la vida incierta la separa;



se aventura y su riesgo sólo imita

al tiempo entonces su razón perpleja,

pues goza la razón, más no se para.





ESTE AMOR NO TE MIRA PARA HACERTE DURABLE



Este amor no te mira para hacerte durable

y desencadenarte de tu vida, que pasa.

Los ojos que a tu imagen apartan de tu muerte

no la impiden, sólo hacen más presente tu ruina.

No hay sitio en mi memoria

donde encuentre tu vida

más que tus ya distantes huellas deshabitadas.

Pues en mi sueño en vano tu rostro se refugia

y huye tu voz del aire real que la devora.

Dentro de mí te quema la sangre con más fuego,

los instantes que te absorben con más ansia, y tus voces,

mientras más duran,

se hunden más hondo en el abismo

de las horas futuras que nunca te han mirado.





ENTRE TÚ Y LA IMAGEN DE TI QUE A MÍ LLEGA



Entre tú y la imagen de ti que a mí llega

hay un espacio al cabo del cual eres sólo una memoria.

Tienes tiempo de abrir la puerta sin que te vea,

huir y regresar después de haber cambiado o muerto del todo.

Tienes tiempo de hacerte presente a otros ojos

y dejar en ellos otra visión deshabitada.

Tus palabras son hondas para contener en sus ecos

otras obscuras que escucharé precisas cuando te hayas apagado,

para sepultar en sus silencios dichas que no posees,

dicha que de ti apartan -porque no de tu ausencia-

los fragmentos de ti, que las sujetan,

distantes uno de otro, dispersos y recónditos,

sin reintegrarte nunca la vida que te arracan

y sólo tu muerte recupera.







TU AUSENCIA VIVA A TU PRESENCIA INVADE



Tu ausencia viva a tu presencia invade

que lentamente mueren si se mira;

pues no por verte más se acerca el horizonte de los ojos,

más vacío mientras más profundo.,

En la ventana, los cuadros y el espejo,

un aire indiferente y helado se aleja

de tu respiración, que renueva su asfixia,

inaccesible en ellos

el mundo inmóvil a donde no penetra

tu vida, tu presencia presa en el movimiento

de tu muerte fugaz y paulatina.







FUE LA DICHA DE NADIE ESTA QUE HUYE



Fue la dicha de nadie esta que huye,

este fuego, este hielo, este suspiro,

pero, ¿qué más de su evasión retiro

que otro aroma que no se restituye?



Una pérdida a otra substituye

si sucede al que fui nuevo respiro,

y si encuentro al que fui cuando me miro

una dicha presente se destruye.



Cada instante son dos cuando acapara

lo que se adhiere y lo que se separa

al azar de su frágil sentimiento,



que es vana al fin la voluntad que dura

y no transmite a su presión futura

la corrupción de su temperamento.







PARAÍSO PERDIDO



Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,

aunque también inconsolable, entiendo

que el fruto fue, que a la niñez sorprende,

no don terreno, más celeste aviso.



Pues, mirando que más tuvo que quiso,

si al sueño sus imágenes suspendo,

de la niñez, como de un arte, aprendo

que sencillez le basta al paraíso.

El sabor embriagado y misterioso,

claro al oído (el mundo silencioso

y encantados los ruidos de la vida)



vivo el color en ojos reposados,

el tacto cálido, aires perfumados

y en la sangra una llama inextinguida.







PARAÍSO ENCONTRADO



Piedad no pide si la muerte habita

y en las tinieblas insensibles yace

la inteligencia lívida, que nace

sólo en la carne estéril y marchita.



En el otro orbe en que el placer gravita,

dicha tenga la vida y que la enlace,

y de ella enamorada que rehace

el sueño en que la muerte azul medita.



Sólo la sombra sueña, y su desierto,

que los hielos recubren -y protejan-,

es el edén que acoge al cuerpo muerto



después de que las águilas lo dejan.

Que ambos tienen la vida sustentada,

el ser, en gozo, y el placer, en nada.







UNA PALABRA OSCURA



En la palabra habitan otros ruidos,

como el mudo instrumento está sonoro

y al inhumano dios interno el lloro

invade y el temblor de los sentidos.



De una palabra oscura desprendidos,

la clara funden al ausente coro,

y pierden su conciencia en el azoro

preso en la libertad de los oídos.



Cada voz de ella misma se desprende

para escuchar la próxima y suspende

a unos labios que son de otros el hueco.



Y en el silencio en que sin fin murmura,

es el lenguaje, por vivir futura,

que da vacante a una ficción un eco.







AMOR EN SOMBRA



Abro de amor a ti mi sangre rota,

para invadirte sin saberte amada.

El íntimo sollozo es negra espada

que en la dureza de su luz se embota.



Al borde de mi sombra tu alma brota,

así mi linde está más amparada.

Y aunque la fuga es más precipitada

tu ausencia es cada vez menos remota.



Tu luz es lo que más me apesadumbra

y si enciendes mis ojos con tu vida

el corazón me dobla la penumbra.



Mi soledad tu nombre dilapida

a la sombra del aire que te encumbra

y apaga el lujo de tu voz vencida.





COMO ESQUIVA EL AMOR LA SED REMOTA



Como esquiva el amor la sed remota

que al gozo que se da mira incompleto,

y es por la sed por la que está sujeto

el gozo, y no la sed la que se agota.



La vida ignora, más la muerte nota

la ávida eternidad del esqueleto;

así la forma en que creció el objeto

dura más que él, de consumirlo brota.



Del alma al árido desierto envuelve

libre vegetación, que se disuelve,

que nace sólo de su incertidumbre,



y suele en el azar de su recreo

ser la instantánea presa del deseo

y el efímero pasto de su lumbre.







REMA EN UN AGUA ESPESA Y VAGA EL BRAZO



Rema en agua espesa y vaga el brazo,

pero indeciso su ademán suspende,

y aislado del impulso que lo tiende

la mano ignora que lo dé al acaso.



La suya inútil flota con retraso,

pero ningún fugaz apoyo aprehende

en el vacío, de que se desprende

lo mismo que del yugo de su paso.



Oscila sin esfuerzo, consumido

el mundo en torno, y como del olvido

una memoria mutilada emana



que ya no habita el alma que la mira,

aun muerto se desata y se retira

del brazo inerte la presencia vana.





DE OTRO FUE LA PALABRA ANTES QUE MÍA



De otro fue la palabra antes que mía

que es el espejo de esta sombra, y siente

su ruido, a este silencio, transparente,

su realidad, a esta fantasía.



Es en mi boca su substancia, fría,

dura, distante de la voz y ausente,

habitada por otra diferente,

la forma de una sensación vacía.



Al fin es la que hoy, obscura y vaga,

otra prolonga en mí, que no se apaga,

sino igual a sí misma oye su sombra



al hallarla en el ruido que la nombra

y en el oído hacer crecer su hueco

más profundo cavándose en el eco.







TIENES DOS NOMBRES, LUZ, DOS PENSAMIENTOS...*



Tienes dos nombres, Luz, dos pensamientos,

en los más puro de mi voz centrados,

a retener tu imagen consagrados

en la frágil prisión de dos lamentos.



Espejos a tu noble gracia atentos

reproducen los dos, aunque empañados,

los contornos del ánfora, delgados,

en que bullen tus finos movimientos.



Así el uno te encierra en su estructura

de no más una sílaba madura

que, luz al fin, el corazón inflama,



y aunque también el otro te refleja

Amor nunca respondes a su queja

¡ay, pues te nombra, pero no te llama!



*Poema escrito a los 14 años.





CANTO A UN DIOS MINERAL



Capto la seña de una mano, y veo

que hay una libertad en mi deseo;

ni dura ni reposa;

las nubes de su objeto el tiempo altera

como el agua la espuma prisionera

de la masa ondulosa.



Suspensa en el azul la seña, esclava

de la más leve onda, que socava

el orbe de su vuelo,

se suelta y abandona a que se ligue

su ocio al de la mirada que persigue

las corrientes del cielo.



Una mirada en abandono y viva,

si no una certidumbre pensativa,

atesora una duda;

su amor dilata en la pasión desierta

sueña en la soledad y está despierta

en la conciencia muda.



Sus ojos, errabundos y sumisos,

el hueco son, en que los fatuos rizos

de nubes y de frondas

se apoderan de un mármol de un instante

y esculpen la figura vacilante

que complace a las ondas.



La vista en el espacio difundida,

es el espacio mismo, y da cabida

vasto y nimio al suceso

que en las nubes se irisa y se desdora

e intacto, como cuando se evapora,

está en las ondas preso.



Es la vida allí estar, tan fijamente,

como la helada altura transparente

lo finge a cuanto sube

hasta el purpúreo límite que toca,

como si fuera un sueño de la roca,

la espuma de la nube.



Como si fuera un sueño, pues sujeta,

no escapa de la física que aprieta

en la roca la entraña,

la penetra con sangres minerales

y la entrega en la piel de los cristales

a la luz, que la daña.



No hay solidez que a tal prisión no ceda

aun la sombra más íntima que veda

un receloso seno

¡en vano!; pues al fuego no es inmune

que hace entrar en las carnes que desune

las lenguas del veneno.



A las nubes también el color tiñe,

túnicas tintas en el mal les ciñe,

las roe, las horada,

y a la crítica muestra, si las mira,

por qué al museo su ilusión retira

la escultura humillada.



Nada perdura, ¡oh, nubes!, ni descansa.

Cuando en un agua adormecida y mansa

un rostro se aventura,

igual retorna a sí del hondo viaje

y del lúcido abismo del paisaje

recobra su figura.



Íntegra la devuelve el limpio espejo,

ni otra, ni descompuesta en el reflejo

cuyas diáfanas redes

suspenden a la imagen submarina,

dentro del vidrio inmersa, que la ruina

detiene en sus paredes.



¡Qué eternidad parece que le fragua,

bajo esa tersa atmósfera de agua,

de un encanto el conjuro

en una isla a salvo de las horas,

áurea y serena al pie de las auroras

perennes del futuro!



Pero hiende también la imagen, leve,

del unido cristal en que se mueve

los átomos compactos:

se abren antes, se cierran detrás de ella

y absorben el origen y la huella

de sus nítidos actos.



Ay, que del agua el imantado centro

no fija al hielo que se cuaja adentro

las flores de su nado;

una onda se agita, y la estremece

en una onda más desaparece

su color congelado.



La transparencia a sí misma regresa

y expulsa a la ficción, aunque no cesa;

pues la memoria oprime

de la opaca materia que, a la orilla,

del agua en que la onda juega y brilla,

se entenebrece y gime.



La materia regresa a su costumbre.

Que del agua un relámpago deslumbre

o un sólido de humo

tenga en un cielo ilimitado y tenso

un instante a los ojos en suspenso,

no aplaza su consumo.



Obscuro perecer no la abandona

si sigue hacia una fulgurante zona

la imagen encantada.

Por dentro la ilusión no se rehace;

por dentro el ser sigue su ruina y yace

como si fuera nada.



Embriagarse en la magia y en el juego

de la áurea llama, y consumirse luego,

en la ficción conmueve

el alma de la arcilla sin contorno:

llora que pierde un venturero adorno

y que no se renueve.



Aun el llanto otras ondas arrebatan,

y atónitos los ojos se desatan

del plomo que acelera

el descenso sin voz a la agonía

y otra vez la mirada honda y vacía

flota errabunda fuera.



Con más encanto si más pronto muere,

el vivo engaño a la pasión se adhiere

y apresura a los ojos

náufragos en las ondas ellos mismos,

al borde a detener de los abismos

los flotantes despojos.



Signos extraños hurta la memoria,

para una muda y condenada historia,

y acaricia las huellas

como si oculta obcecación lograra,

a fuerza de tallar la sombra avara

recuperar estrellas.



La mirada a los aires se transporta,

pero es también vuelta hacia adentro, absorta,

el ser a quien rechaza

y en vano tras la onda tornadiza

confronta la visión que se desliza

con la visión que traza.



Y abatido se esconde, se concentra,

en sus recónditas cavernas entra

y ya libre en los muros

de la sombra interior de que es el dueño

suelta al nocturno paladar el sueño

sus sabores obscuros.



Cuevas innúmeras y endurecidas,

vastos depósitos de breves vidas,

guardan impenetrable

la materia sin luz y sin sonido

que aún no recoge el alma en su sentido

ni supone que hable.



¡Qué ruidos, qué rumores apagados

allí activan, sepultos y estrechados,

el hervor en el seno

convulso y sofocado por un mudo!

Y graba al rostro su rencor sañudo

y al lenguaje sereno.

Pero, ¡qué lejos de lo que es y vive

en el fondo aterrado y no recibe

las ondas todavía

que recogen, no más, la voz que aflora

de una agua móvil al rielar que dora

la vanidad del día!.



El sueño, en sombras desasido, amarra

la nerviosa raíz, como una garra

contráctil o bien floja;

se hinca en el murmullo que la envuelve,

o en el humor que sorbe y que disuelve

un fijo extremo aloja.



Cómo pasma a la lengua blanda y gruesa,

y asciende un burbujear a la sorpresa

del sensible oleaje:

su espuma frágil las burbujas prende,

y las prueba, las une, las suspende

la creación del lenguaje.



El lenguaje es sabor que entrega al labio

la entraña abierta a un gusto extraño y sabio:

despierta en la garganta;

su espíritu aun espeso al aire brota

y en la líquida masa donde flota

siente el espacio y canta.



Multiplicada en los propicios ecos

que afuera afrontan otros vivos huecos

de semejantes bocas,

en su entraña ya vibra, densa y plena,

cuando allí late aún, y honda resuena

en las eternas rocas.



Oh, eternidad, oh, hueco azul, vibrante

en que la forma oculta y delirante

su vibración no apaga,

porque brilla en los muros permanentes

que labra y edifica transparentes,

la onda tortuosa y vaga.



Oh, eternidad, la muerte es la medida,

compás y azar de cada frágil vida,

la numera la Parca.

Y alzan tus muros las dispersas horas,

que distantes o próximas, sonoras

allí graban su marca.



Denso el silencio trague al negro, obscuro

rumor, como el sabor futuro

sólo la entraña guarde

y forme en sus recónditas moradas,

su sombra ceda formas alumbradas

a la palabra que arde.



No al oído que al antro se aproxima

que al banal espacio, por encima

del hondo laberinto

las voces intrincadas en sus vetas

originales vayan, más secretas

de otra boca al recinto.



A otra vida oye ser, y en un instante

la lejana se une al titubeante

latido de la entraña;

al instinto un amor llama a su objeto;

y afuera en vano un porvenir completo

la considera extraña.



El aire tenso y musical espera;

y eleva y fija la creciente esfera,

sonora, una mañana:

la forman ondas que juntó un sonido,

como en la flor y enjambre del oído

misteriosa campana.



Ése es el fruto que del tiempo es dueño;

en él la entraña su pavor, su sueño

y su labor termina.

El sabor que destila la tiniebla

es el propio sentido, que otros puebla

y el futuro domina.

LITERATURA DE COSTA RICA